De: Diván de Tacuara
A: Directores de prensa de TV bolivianos
CC: José Pomacusi
- No es necesario repetir todos los días los enlaces simultáneos con unidades móviles en distintos puntos de la ciudad, o con enviados en locaciones alejadas, o con otras ciudades del país. Si no tiene un objetivo práctico, dividir la pantalla entre todos los mencionados en casi todas las ediciones de su informativo sólo es una pretenciosa muestra del poderío técnico del canal. El ciudadano común no necesita ser recordado de la capacidad económica del medio televisivo.
- El uso excesivo de los cuadros informativos utilizando como música de fondo temas de películas de suspenso puedo cansar al público. Hay noticias que no requieren tales recursos pedagógicos. Denle un poco de crédito a la inteligencia del televidente.
De: Diván de Tacuara
A: Presentadores (as) de TV bolivianas
CC: Todos los que han trabajado con José Pomacusi
- Si te molesta el hecho que te ves como un robot porque el director te dicta casi todo lo que dices, no le des más vuelta al asunto y renuncia.
- Si piensas cambiar de profesión a modelo de lencería, date cuenta que nunca podrás ser considerada de nuevo una periodista seria (tal vez podrías trabajar de presentador de programas de farándulas, pero afrontalo eso no es un trabajo, con Sixto ya tenemos suficiente).
De: Diván de Tacuara
A: Modelos de lencería
- Si piensas hacer el salto a la televisión como presentadora, no te fíes de los consejos del productor que se basa solamente en tu curvilínea figura y tu sonrisa matadora como fórmula infalible para el éxito del programa. Agarrá un libro y ponte a trabajar.
De: Diván de Tacuara
A: Presentadores de programas deportivos
CC: Fermín Zabala
- Aunque no lo crean, opinar sobre fútbol requiere de cierto ingenio. Si piensas que el fútbol se resume a ganas y técnica de los jugadores y la táctica no es un factor decisivo, no eres bueno en tu trabajo, dale campo a jóvenes que tal vez si saben lo que dicen.
De: Diván de Tacuara
A: Productores de programas culturales
- Es posible hacer programas educativos y divertidos al mismo tiempo. Miren Discovery Channel, History Channel, etc. Si aún así no se te ocurren ideas ponte hacer programas de farándula.
De: Diván de Tacuara
A: Productores de programas de farándulas
CC: Hans Cáceres
- Paren de hacer más programas de farándulas. Esto no es California, aquí las celebridades se resumen a unas cuantas modelos y sus cortejos de turno y a los mismos presentadores de farándula. Estamos cansados de ver las primicias de noticias de estrellas estrelladas.
- En serio, por favor, paren de hacer más programas de farándula.
De: Diván de Tacuara
A: Productores de programas de televentas
CC: Marian Nazrala
- Las prendas de vestir no tienen sabor, ni otras cualidades más alla de sus características físico químicas. Si te empeñas en tratar de vender recurriendo a inventar calificativos raros para el producto, eres mala en marketing, pero tal vez tengas un chance en la poesía.
viernes, 29 de mayo de 2009
viernes, 15 de mayo de 2009
Sobre la posibilidad de pais
El siguiente artículo fue publicado en El Deber el 20 de noviembre del año pasado. Aunque solo han pasado unos pocos meses la posibilidad de un pacto social es muy improbable (la asamblea constituyente fue solo un espejismo), creo que la lectura de la etiología del continuo estado de crisis del país es ajeno al paso del tiempo.
Afinar la autonomía como proyecto nacional
Lo que antes apenas lográbamos intuir, como algo etéreo, hoy se nos presenta sólido, terrenal, incuestionable… Esa verdad desnuda y lacerante con la que tropezamos en cada esquina durante esta disyuntiva histórica es la certeza de que Bolivia, como símbolo anudador de la diversidad en el territorio nacional, es un espejismo.
Hoy nadie puede negar que el proceso reformista que desembocó en la fallida Asamblea Constituyente fue necesario. La caducidad de Bolivia como símbolo de nación era perceptible desde antes de que el indigenismo de Evo Morales se convirtiera en la primera fuerza política en el país, o desde antes de que las autonomías fueran causa común en más de la mitad del territorio nacional.
En el primer Gobierno de Goni se incorporó lo multiétnico y lo pluricultural en el primer artículo de la Constitución Política del Estado (CPE), poniendo en evidencia que la cualidad unitaria en ésta no representaba la realidad. Tanto en las montañas como en la llanura, para mestizos o indígenas, ricos o pobres, cambas o collas, los símbolos que tiraban del imaginario colectivo relacionado con conceptos de nación y patria eran otros. Lo nacional era un ropaje impuesto, algo que sólo estaba ahí.
Nacida en el oriente, la descentralización autonómica se ha convertido en el elemento nodal de la reforma constitucional. La autonomía se consolida como el instrumento ideal para lograr un pacto nacional y la unificación del país. Sin embargo, si se pretende cimentar la unidad de Bolivia en un experimento político en torno a la asociación de identidades nacionales, viable en otras regiones del mundo, la complejidad de la coyuntura boliviana lo hace incompleto. Lo legal no implica lo simbólico.
En ese sentido, el nacionalismo indígena llevado al extremo por el partido en función de Gobierno es, en parte, una respuesta inviable a una pregunta sin formular, aquélla que apunta a un agujero donde debería encontrarse la identidad nacional. Es la falta en torno a lo boliviano lo que se pretende reconstruir tras cada guerra perdida, heroicamente tal vez, pero perdida al fin. Por esto, ambos proyectos, con sus luces y sus sombras, tienen una misma raíz.
Como queda evidenciado en la dinámica nacional, el proyecto autonómico es el único que puede llegar a buen puerto, puesto que su organización política y económica es viable en la aldea global. Dentro de las variables de autonomías propuestas, la salida práctica sería aquélla que mencionábamos como posibilidad: la de una asociación de Estados-nación con identidades diferentes. Pero como lo racional no domina los designios de lo humano (el Gobierno es una muestra tragicómica de lo expresado), el pacto entre diferencias complementarias ha sucumbido frente a la vorágine de la violencia. Queda entonces afinar la autonomía para que sea atractiva al rival. Acaso el paso inicial sea, como lo entendieron los analistas constitucionales, el pacto en torno a las autonomías indígenas (no así las autonomías regionales, que son impracticables).
La autonomía es la fórmula última para que lo boliviano deje de ser un signo vacío, y para esto necesita arroparse con los colores simbólicos de una posibilidad de país. Lo otro, más allá de nuestras intenciones, sólo nos conducirá al abismo de una guerra civil.
Afinar la autonomía como proyecto nacional
Lo que antes apenas lográbamos intuir, como algo etéreo, hoy se nos presenta sólido, terrenal, incuestionable… Esa verdad desnuda y lacerante con la que tropezamos en cada esquina durante esta disyuntiva histórica es la certeza de que Bolivia, como símbolo anudador de la diversidad en el territorio nacional, es un espejismo.
Hoy nadie puede negar que el proceso reformista que desembocó en la fallida Asamblea Constituyente fue necesario. La caducidad de Bolivia como símbolo de nación era perceptible desde antes de que el indigenismo de Evo Morales se convirtiera en la primera fuerza política en el país, o desde antes de que las autonomías fueran causa común en más de la mitad del territorio nacional.
En el primer Gobierno de Goni se incorporó lo multiétnico y lo pluricultural en el primer artículo de la Constitución Política del Estado (CPE), poniendo en evidencia que la cualidad unitaria en ésta no representaba la realidad. Tanto en las montañas como en la llanura, para mestizos o indígenas, ricos o pobres, cambas o collas, los símbolos que tiraban del imaginario colectivo relacionado con conceptos de nación y patria eran otros. Lo nacional era un ropaje impuesto, algo que sólo estaba ahí.
Nacida en el oriente, la descentralización autonómica se ha convertido en el elemento nodal de la reforma constitucional. La autonomía se consolida como el instrumento ideal para lograr un pacto nacional y la unificación del país. Sin embargo, si se pretende cimentar la unidad de Bolivia en un experimento político en torno a la asociación de identidades nacionales, viable en otras regiones del mundo, la complejidad de la coyuntura boliviana lo hace incompleto. Lo legal no implica lo simbólico.
En ese sentido, el nacionalismo indígena llevado al extremo por el partido en función de Gobierno es, en parte, una respuesta inviable a una pregunta sin formular, aquélla que apunta a un agujero donde debería encontrarse la identidad nacional. Es la falta en torno a lo boliviano lo que se pretende reconstruir tras cada guerra perdida, heroicamente tal vez, pero perdida al fin. Por esto, ambos proyectos, con sus luces y sus sombras, tienen una misma raíz.
Como queda evidenciado en la dinámica nacional, el proyecto autonómico es el único que puede llegar a buen puerto, puesto que su organización política y económica es viable en la aldea global. Dentro de las variables de autonomías propuestas, la salida práctica sería aquélla que mencionábamos como posibilidad: la de una asociación de Estados-nación con identidades diferentes. Pero como lo racional no domina los designios de lo humano (el Gobierno es una muestra tragicómica de lo expresado), el pacto entre diferencias complementarias ha sucumbido frente a la vorágine de la violencia. Queda entonces afinar la autonomía para que sea atractiva al rival. Acaso el paso inicial sea, como lo entendieron los analistas constitucionales, el pacto en torno a las autonomías indígenas (no así las autonomías regionales, que son impracticables).
La autonomía es la fórmula última para que lo boliviano deje de ser un signo vacío, y para esto necesita arroparse con los colores simbólicos de una posibilidad de país. Lo otro, más allá de nuestras intenciones, sólo nos conducirá al abismo de una guerra civil.
jueves, 14 de mayo de 2009
Doña Aida
martes, 5 de mayo de 2009
Delirios
Recién vi que un joven fue arrestado en La Paz por las fuerzas de seguridad del presidente. Su crimen fue improvisar un telescopio con un par de folletos que portaba y así poder ver mejor al señor Morales. El muchacho no fue liberado inmediatamente, llegó hasta el juez que no encontró indicios de culpabilidad. No hay dudas, el terror ha llegado para quedarse.
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