miércoles, 18 de abril de 2012

El viejo

El viejo
Imagen publicada originalmente por Alain safa en: http://www.flickr.com/photos/alainsafa/1167700670/
Bajo licencia CC

El viejo apagó la televisión, tomó su abrigo y salió a la calle. Afuera los mendigos se tapaban con periódicos. El viejo apretaba los dientes, aunque siempre vivió en el frio nunca terminó de acostumbrarse. Un niño le apuntó una pistola que disparaba colores. Se acordó de los chinos. Los juguetes que sus proveedores le mandaban desde el país de la gran muralla duraban menos que el papel con que los envolvía. No era eso lo que le incomodaba. Ya se había resignado a la mala calidad de los juguetes chinos. Y es que los costos se habían disparado. Comprarles a ellos era la única opción si quería suplir la demanda de fin de año. No, no era eso. Fue el saber, tardíamente, que explotaban a millones de niños en las líneas de producción de la mayoría de las fábricas chinas. Lo había visto en discovery channel la semana pasada. Trabajaban 18 horas diarias, 6 días a la semana, ganando un sueldo de hambre. Una rata pasó a su lado interrumpiendo sus meditaciones. No le gustaba Nueva York, era una ciudad muy sucia, y la gente andaba siempre apurada. Todas las ciudades modernas son así, pensó, sucias y agitadas. Residía allí por razones laborales. La logística que conllevaba manejar un inventario tan grande lo obligaba a elegir una gran ciudad. Sacudió la nieve de su abrigo. Le quedaba muy grande y holgado. Se acordó de su primer abrigo, de color rojo y verde con motivos dorados. Lo cambió por el de rojo y blanco cuando coca cola le ofreció patrocinar su empresa. Luego cuando quiso cambiar a sus colores originales no pudo. Ya todo el mundo lo identificaba con el rojo y blanco de la gaseosa. Así que no le quedó otra que vestir publicidad subliminal y gratuita para un refresco edulcorado. Unas cuadras más adelante pasó por la zona cero. A esa hora de la noche, y a pesar del frio, un centenar de personas miraban silenciosos el agujero negro. Algunas rezaban. El juguetero se cansó rápido, le comenzó a doler los oídos por el frío y ya era hora de su dósis de insulina. Decidió regresar a su apartamento. En medio camino vio a una mendiga que pedía limosna en la puerta de una iglesia. Un coro de niños cantaba villancicos adentro. La mujer le extendió la mano desde el suelo. El viejo buscó unas monedas en sus bolsillos, titubeó unos segundos, se sacó su abrigo y lo puso sobre los hombros de la anciana. "Merry Christmas, God bless you", le dijo la anciana un poco sorprendida. Papa Noel, esbozó una sonrisa y, meditabundo, entró a la iglesia con las manos en los bolsillos.

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