Durante la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos la estrategia que usaron los activistas contra el poder racista del sur, no estuvo definida por líneas culturales, filosóficas, políticas o teológicas. La elección de la no-violencia como estrategia de lucha fue convenida porque la misma era políticamente correcta. Evitar tenazmente caer en el ojo por ojo ante la embestida de los bastones de la policía sureña estadounidense, no significó una entereza particular de los activistas, sino la certeza de que ante la desventaja en la relación de fuerzas, la superioridad moral implícita en su accionar político les llevaría a la victoria final. La no-violencia no significa pasividad ante la injusticia, sino más bien, es la respuesta activa que desarma a la locura del terror mediante la integridad en una respuesta moralmente superior. Asimismo, una contestación no-violenta impide la necesidad de revancha que acrecienta el caos reinante, desconcertando las expectativas de sangre que tiene el rival.
Es necesario una dirigencia valiente que proponga una base ética opuesta a la del gobierno nacional para las diferentes medidas que se podrán tomar a lo largo de los meses o años que dure el quiebre histórico en Bolivia. Así como lo hicieron los activistas sureños, la dirigencia también tendrá que articular todas las expresiones de insatisfacción, todas las medidas de presión, todas las protestas, marchas, tomas y bloqueos mediante los lineamientos de la no-violencia para que la estrategia sea efectiva. Estas acciones, aunque puedan ser tildadas como ilegales en su forma, contendrán la legitimidad tácita concedida por su honestidad moral. Llámense Conalde, Prefecturas, Comités Cívicos o cualquier articulador político contrario a los afanes dictatoriales del gobierno nacional, tendrá que tomar las riendas del descontento generalizado y transformarlo en medidas efectivas que contengan la ética necesaria para contrarrestar el maquiavélico manejo del estado que hace el partido en gobierno.
Fue Gandhi, aquel que llevó por primera vez la No Violencia de principio filosófico a instrumento político, el que afirmó que algunas veces los líderes deben apurar el paso, y seguir al pueblo, pues éste ya se puso en marcha. El último movimiento de peones del gobierno nacional y el desborde tangible que vemos en las filas de la media luna, hace prever que la guerra fría en Bolivia llega a su fin. Estamos ante una disyuntiva histórica en donde la responsabilidad de los actores define la supervivencia de Bolivia como país democrático, y esa supervivencia se dará en la medida de que se haga un manejo responsable de los medios a utilizar, puesto que en realidad, no tenemos control real del fin.
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